Los tres rasgos básicos que definen un buen aprendizaje son:
1) cambio duradero: es decir, permanece en el tiempo.
2) transferible a nuevas situaciones: se puede aplicar en situaciones diferentes y en contextos diversos. En la escuela o fuera de ella.
3) siempre es el resultado de una práctica (como sinónimo de hacer y no de repetir): esto significa que para aprender siempre hay algo que hacer: leer, escribir, escuchar, indagar, resolver, etcétera. Desde la enseñanza es necesario atender al tipo de práctica o de tareas o actividades que les proponemos a los alumnos. Dependerá de qué van a aprender.
Pozo, I. (2006). Aprendices y maestros. Madrid: Editorial Morata. Capítulo 3.
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